La pausa de un instante
Una
mujer con los dedos índice y medio sumergidos hasta los nudillos en vino de
uvas tintas, los ondea fuerte y lento como buscando en aquella densidad un
tacto que la acaricie de vuelta. Todo su brazo desnudo posado sobre una barra
de caoba con tal soltura
que su hombro desnudo es por sí mismo una invitación excitante. Su cuello
quebrantable y exquisito, por sí mismo es suficiente alhaja.
Al otro extremo de la copa cristalina de vino maduro, una
pupila demoníaca y humeante emerge de entre las sombras y va
directo a los labios vibrantes de aquel hermoso rostro, sus facciones
desaparecieron en la exhalación de un grueso humo azul. De pronto ella dibujó
una sonrisa y sus ojos se guardaron en la privacidad aparente de sus párpados.
Iba creciendo el acto y disminuyendo el cigarrillo. Se deshizo de la colilla de
tabaco de una manera muy peculiar, simplemente volteo la mirada y las sobras
desaparecieron de su mundo. Era como si sus ojos, grises por la neblina del
humo espeso que aún flotaba, dictaran lo que existe y lo que no, lo que se
pierde en la profundidad de su mirada y lo que emerge.
Sacó los dedos de la copa, dejo escurrirse dos gotas y con la humedad aún
presente se los llevo a la boca, dejó que su lengua recordara. Ella escuchaba
atenta, pero no su propio canto, si no una respuesta en la misma frecuencia.
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