Prefiero decir esto que es falso
He sentido un pálpito en las encías, un candor en las
mejillas, un ardor en las pupilas, y mi cuerpo resentido crea fantasmas, alegorías
de caricias y visiones que no interactúan conmigo, más bien me usan para seguir
vivas y las escucho pensar. Si yo domino sobre las ideas, las recuesto sobre un
horizonte inexacto, y por su naturaleza incorpórea, sólo pretendo escuchar y
lograr una intimidad que me cruce de su lado para recostarme con similar
soltura cuando deje atrás esto que he sentido. Si me dominan, les busco su
rostro y las hago esperar en la órbita más lejana, pues soy tonto y temeroso. Pero
si no hay conquistas, es imposible saber lo que pasa. Al final, vencido entre
los fantasmas que advierto o desconozco, no hay más que la vitalidad que me
arrasa, que me despierta y evita que por ese momento sea yo una idea que flota
entre hebras de singular brillo e incomprensible longitud.