viernes, 20 de junio de 2014

--- Acariciaba su quietud ----------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Acariciaba su quietud


Nos amargábamos las gargantas con humo mentolado, éste se encaramaba ferozmente en el techo y desde allá nos ladraba, nos mantenía despiertos y con la necesidad de no someternos a los vaivenes de la noche líquida para seguir disfrutando de la sal en nuestros cuerpos de náufragos, bebiéndonos hasta delirar.

   Yo acariciaba su quietud, mientras veía desde mi inquietud de sonámbulo su perfil de Luna, su perfil de oriente bellamente dibujado sobre la almohada.

   Pensaba que ahora están ocultos pero aún en sueños sus ojos son atentos, me atienden en esta vigilia, y yo con sólo recordar su reflejo cuando se beben la luz a sorbos y les nace ese color abismal, me siento simultáneo a la parsimonia de su exhalación perfumada.
La sentía navegar aquella marea que hacía ondear sus labios a ratos, y ella se estremecía pues desde su pecho la calentaba el rescoldo del delirio que la trajo hasta esta orilla, hasta estos brazos que acariciaban su quietud.

   Habíamos estado tan solos antes de venir a compartir esta noche que se ha zafado del bolsillo de un Dios cualquiera.
--- Se cura con huevo -------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Se cura con huevo


Que el espanto se cura con huevo, según la mítica que sostenía mi abuela, una de las tantas bondades de los no nacidos es la de arrebatarnos la angustia desde sus paredes blancas o morenas, ellos hambrientos de la experiencia helada, se dejan arrastrar por brazos, espaldas y frentes de cuerpos de enorme candor crispado. Se llevan el susto al centro de su recinto y juegan con él como único contacto externo, lo enmarañan y ovillan, y el miedo se queda dócil flotando en esa viscosidad amarillenta que no tendrá nunca temor de lo que viene antes de la vida ni de lo que sigue después de la muerte.

   Al reventarse el cascarón, yo veía estupefacto el resultado de tanta tripa retorcida hundiéndose hasta el fondo de un vaso con agua, después venían las buenas noches y me recostaba convencido de que yo iría a cumplir la misma tarea de alojamiento, que desde otro lado puedo verme como un frasco blando para el cosmos, y éste, que no se exenta de episodios homólogos por ser infinito, recurre a una conciencia que no conozca los horrores de los ciclos eternos. Jugamos así con los sueños, nuestro único contacto con un mundo externo.
--- Alejandro ----------------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Alejandro


Alejandro, es un hombre - mira que hombre no es una talla que se aumenta con la edad, más bien razón de encontrarse con una diferencia de experiencias suficiente y a veces ni así, te hablan de tú con una indiferencia o por puro juego (cosa envidiable la de seguir jugando de veras) - resuelto, - a falta de consciencia el laberinto es una bifurcación, se sale por ahí o por allá pero siempre se está ‘‘orientado’’, aunque si uno tiene la mala suerte de estar consciente, las paredes sólidas ya no son una opción viable (una verdadera tristeza) - rodeado de personas - incongruencia suprema ya que para estar rodeado, uno forzosamente debe ocupar el centro, cuestión de definiciones (más bien cuestión de perspectiva) -  y con un plan de vida, - humo de tabaco, certidumbre a terceros, vaga idea pre requerida, quedar bien parado, ‘‘dale, mueve la ficha, ¿o qué, ya no quieres jugar?’’ - que involucra escribir, - una suerte, como agarrar un sueño lúcido, como ver una estrella fugaz con los lentes puestos, como hacer el amor sin interrupciones - pues esto le resulta satisfactorio - casi tanto como librar el año sin enfermedades respiratorias - ya que transmite ideas - sólo si éstas no mal nacen con el tacto característico de quien dice algo tanteando lo que no tiene idea (¡Firmeza! Incluso en la especulación) - que le causa placer estético. - ''what ever that means…''
--- Pretil ---------------------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Pretil


Realizo este escrito estando en un lugar que no es Tours, Francia, esto deja entendido que escribo desde casi cualquier lugar y, de no ser porque tengo algo que contar, diría también que escribo casi cualquier cosa. Esta última aproximación, que suena como una excepción pedante, es en realidad una forma de acentuar otra insignificancia que le corresponde a la ilusión del tiempo, que al igual que la ilusión de los mapas y las fronteras, debe quedar abolida para poder inclinarse con seguridad sobre el pretil y ver la imagen sin volcarse en ella, cosa que deformaría irremediablemente el recuerdo y estropearía el saco café a tres botones que lo usa a uno de perchero y uno lo usa de simple saco (cuestión de reciprocidad).  

   Aquella tarde era triste por si misma, la luz anaranjada y lacrimosa ampliaba las callejuelas, desdoblaba los apartamentos y en el momento cumbre de su melancolía, definía un horizonte distinto que incendiaba todo hasta aplanarlo, estirando el cielo a lo más alto de su gloria y era quizá por eso que todo se agigantaba y perdía su nombre, dejándose ver dócil y desamparado. Bajo esa luz magnificadora, me detuve sobre el puente de apariencia ósea, y pude ver ese rostro que desde entonces determinó mi desentendimiento total de la linealidad del tiempo porque justo ahora siento que vuelvo a verle la cara, esa cara que había soñado innumerables veces, la veo apenas húmeda, saliendo de su cabello espectral que flota como una sombra de profundidad indefinible, la veo boca arriba en el agua dulce que la cubre de a poco, jalándole la blusa contra la piel, su pecho quieto no se hunde todavía pero su calma armoniza en ligereza con la expresión en su rostro que no vive pero tampoco acaba por morir. En ese instante pensaba en saltar el pretil y reducirme a una nada en el cuerpo de agua, saltar desde otra parte para amarla con la intensidad del quebranto que me causó verla tan lejana, tan imposible ya.
--- Para darse cuenta --------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Para darse cuenta



Bastaban un par de horas para darse cuenta, usualmente ocurría con una sutileza digna de ser ignorada, perfecta para no propiciar un ambiente de ataque y defensa. No había necesidad, cuando la osita y yo estábamos juntos ocupábamos la mitad del espacio presencial y el doble del espacio físico, es decir, estábamos como dos cuerpos separados pero aún al contrariarnos no ofrecíamos diferencia alguna. Las personas alrededor lo aceptaban sin cuestionarlo e incluso lo favorecían haciéndonos notar que nuestras cejas eran idénticas, pero tú y yo sabíamos que si las contábamos yo tendría un número impar y tú un número par de vellos ennegrecidos y tupidos sobre nuestros ojos que estaban ya tan acostumbrados a encontrarse con verdadera espontaneidad. Pero la cosa no iba por ahí, lo sabíamos mientras sonreíamos y pensábamos en estar solos. El deseo, que sin sorprendernos de que fuese compartido, nos asaltaba quizá en los momentos propicios para morir en el acto, las luces no se apagarían, nunca las apagábamos, aunque al principio sí, al principio había tiempo y esperas y todo un día dedicado a nuestra soledad compartida y era un dulce colmenar, sin poder distinguir entre cadáveres venenosos, cera y miel. La seguridad de que nos amábamos así desde antes, mucho antes. La evocación de ser uno solo, aunque yo sabía que era todo un juego, una balanza, un par de vidas que se iban armando (tú) y adaptando (yo).