sábado, 13 de julio de 2013

--- Valle del anáhuac ------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Valle del anáhuac  


Aguardaba. 

   Casi por derrota decidió no mover su vista de la ventana amplia que reflejaba el espectro de un frondoso árbol sin frutos entre las nubes. El cristal se ocultaba más y más, sin filo que lo sostuviese, parecía que se vendría abajo sobre él, cuando un súbito burbujeo lo hizo respirar de nuevo, respirar por los poros que se ahogaban en el sudor de la espera.

   Una silueta hizo salivar su mente reseca, ¿era ella la mujer más hermosa que había visto en su vida?; o era quizá la borrosa idea de vislumbrar su seno dibujado por una blusa blanca que le doblaba la talla, o el tenue contorno de unos labios de media luna color de sangría, o era tal vez el horizonte incierto que se creaba al subir sus piernas y bajar su prenda única, hasta llegar al punto exacto donde puede verse el calor emanar, como en la superficie hirviente de una calle de asfalto, creando un pequeño espejismo al ras de la tela blanca; o posiblemente era el delirio de imaginar a una mujer tan fantástica.

   Es entonces que se percata que ahora es observado desde aquel extremo del portal hacia el cielo; ella tiene una pose de ángel con su cabellera corta, con sus manos en la cintura y ahora sólo esta ahí observando, él mira avergonzado hacia otro lado y ve venir al autobús que estaba esperando. Fue así como zarpó una vez más en el río del tiempo, no sin antes voltear por la ventanilla y ver el nombre de la calle, que dice: ‘‘Vlle del Anáhuac’’.
--- Cuando la luz se mete por detrás de los ojos ------------------------------------ Gracias por tu tiempo.

Cuando la luz se mete por detrás de los ojos


Cuando la luz se mete por detrás de los ojos

Cuando el asfalto tibio y el pasto frío

Cuando la luz del Sol vuelve de noche en forma de Luna

Cuando tu sexo tibio y mi mano fría
--- La pausa de un instante -------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

La pausa de un instante


Una mujer con los dedos índice y medio sumergidos hasta los nudillos en vino de uvas tintas, los ondea fuerte y lento como buscando en aquella densidad un tacto que la acaricie de vuelta. Todo su brazo desnudo posado sobre una barra de caoba con tal soltura que su hombro desnudo es por sí mismo una invitación excitante. Su cuello quebrantable y exquisito, por sí mismo es suficiente alhaja.

   Al otro extremo de la copa cristalina de vino maduro, una pupila demoníaca y humeante emerge de entre las sombras y va directo a los labios vibrantes de aquel hermoso rostro, sus facciones desaparecieron en la exhalación de un grueso humo azul. De pronto ella dibujó una sonrisa y sus ojos se guardaron en la privacidad aparente de sus párpados. Iba creciendo el acto y disminuyendo el cigarrillo. Se deshizo de la colilla de tabaco de una manera muy peculiar, simplemente volteo la mirada y las sobras desaparecieron de su mundo. Era como si sus ojos, grises por la neblina del humo espeso que aún flotaba, dictaran lo que existe y lo que no, lo que se pierde en la profundidad de su mirada y lo que emerge.

   Sacó los dedos de la copa, dejo escurrirse dos gotas y con la humedad aún presente se los llevo a la boca, dejó que su lengua recordara. Ella escuchaba atenta, pero no su propio canto, si no una respuesta en la misma frecuencia.
--- Es amor ------------------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Es amor


Cuando un ademan se escabulle, es amor

Cuando exhalo vida por respirarte, es amor

Cuando las piernas tiemblan solas por haber sostenido un espectro y de repente cargan con un alma amorosa


Cuando mi mano deja de ser mía, es amor

Cuando tu espalda deja de ser tuya, es amor

Es amor cuando las costillas se ríen a solas y se olvidan de no tocarse unas a otras, y aún después de quebradas siguen riendo amorosamente.
--- Galería -------------------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Galería


Caminas solo, por los pasillos altos y amplios; sigues solo, dejas de caminar, continuas a la brevedad, aún solo.  Tu saco favorito a rallas es salpicado por palomillas torpes que volaban caóticamente cerca de los pequeños reflectores hirvientes, aunque pronto se dispersan los insectos por las leves brisas que se crean al abrir una puerta. En ese momento recuerdas que olvidaste cómo llegar a esa abertura que hay en la pared, entrada y salida única de esta galería, y observas que por las ventanas sólo cabe el canto de un ave delgada, a pesar de esto no te sientes enclaustrado, porque puedes o crees que puedes salir cuando te plazca, pero experimentas todo menos placer.

   Te quitas los estorbosos anteojos que siempre has detestado, no los necesitas para mirar de cerca pero sin ellos eres completamente inútil. Hay cada vez más gente, ves pasar sus borrosas caras, ropas y sombras, pero sientes que la intimidad de tu recorrido es respetada y resguardada por las paredes, no te sientes perdido, porque sabes o crees que sabes que en algún lado habrá un espejo colgado retratándote.
   
   Ahuyentas el zumbido de tu silencio que intenta y logra postrarse en tus pensamientos para dar por terminada tu travesía, te sientas en un sofá maltrecho a beber un poco de vino de cortesía y a quitarte también los estorbosos zapatos que aprendiste a detestar; afuera no es día ni noche lo que te espera, es una calle nublada y sin horas. Te largas antes de que suenen aplausos, elogios o agradecimientos, empuñando en el interior del bolsillo de tu pantalón la obra más importante de esta y tantas otras galerías.
--- Papel ----------------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

Papel


Autor de palabras empobrecidas
tu firma es huella en arena
tu tinta se adhiere con pena
me escribes con la necedad y paciencia habituales
escribes en mí todo lo que guardas sobre ella en ti

Autor de palabras ensombrecidas
tu rostro de muecas salinas
tus dedos son flacas espinas
me sepultas en dobleces propios y ajenos
sepultas en mí todo lo que guardas sobre ella en ti

Al abrirme le llenaré los ojos con palabras tuyas
y se las diré sin voz u otros obstáculos

pero si derraman luz sus incandescentes ojos, y de llorar no para,
me convertiré en abrazo tierno aunque tu mensaje busque desampararla
--- De pie -------------------------------------------------------------------------- Gracias por tu tiempo.

De pie


De pie, sosteniendo la pared que se venía abajo en contra tuya, escuchas distante y sin presencia lo que ellas dos platican, los pies te punzan por el peso tremendo de tu función como soporte. 

   De vez en cuando le sonríes a una palabra que flota a la deriva, cuando ésta no llega a ser escuchada por ella o aquella. Ellas dos no se miraban entre sí, sólo se hablaban, se distraían con sus voces pero se escuchaban. 

   Ignorabas que tu presencia no era necesaria, que esa pesadísima pared no se caería con tu desaparición, es por eso que enderezando aún más la espalda, apoyas tu cabeza y fumas un cigarrillo que te borra el hambre que te causa aquella inútil proeza. Hubo un silencio torpe por alguna pregunta que se hizo y se respondió con un gesto, el tiempo se volvió espaciado mas nunca incómodo. 

   Tú escuchaste la pregunta varada pero no comprendiste su significado y antes de servir como intermediario entre ella y aquella, sentiste una presión a un lado y otro de tus hombros, el aire te aplastaba despacito, lo había estado haciendo desde hace rato pero apenas ahora acababa de presionar la camiseta contra tu piel; en ese momento olvidaste el orden de las palabras y callaste aún más de lo que habías estado callando.
  
   Ambas mujeres tenían cosas en común: la misma soltura al respirar, la misma mirada de reojo, la misma cautela al pisar entre el pasto (aunque por razones distintas), el mismo bienestar adquirido con fortaleza, y sin saberlo compartían también al mismo hombre desconocido, anhelante de sus palabras. 

   Mientras luchas contra la hinchazón en tu garganta, tus ojos irritados por el humo y la frustración, pierden enfoque. Por fin aplastado por un gran peso, inmóvil desde tu centro, viste como caminaban ellas por aquel lado de la banqueta, ella con la sonrisa original, aquella con su réplica exacta.